martes, 5 de mayo de 2009

La Mata


Escuchen cuantas dolencias trae la mata, la mata que se forjó asfixiada bajo la tierra, cuando el mundo no ofrecía más que guerra, igual que hoy, pero esa vez, la era de su germino, fue de vientos aguerridos, fue de noches sin velas.

Miren cuantas yagas tiene la mata, la mata que se estiró prematura, que fue volcando la fuerza a la vida, a duros golpes, soñando una salida para absorber el mezquino rayo de sol. La mata que sin procedencia, ni destino conocido, se arraigó cada vez más al piso sólido, sólido de concreto no de raíces firmes.

Crean en las hojas de la mata, ellas contienen sus memorias, ellas abarcan la gracia perdida de sus dotes, la magia angustiada de sus brazos, de sus manos, la que no fue advertida, ni por el árbol que mira desde allá arriba, ni por las flores que en bello pétalo le roban el alma y pierde la fuerza. De puro sollozo pierde así también la inocencia.

La mata que siendo dura y amarga se estremece en día de lluvia, y canta siempre para insensibilizar la atmósfera cruda y hacer más tenues el coro de los pájaros allá afuera, donde los niños ríen en primavera, donde no logra ver, porque el tamaño la encoge, los arbustos la ahogan y tanta incertidumbre le causa un miedo incesante, se vuelve de cristal y todo el murmullo la encierra.

Vayan a ver la mata, hoy no encuentra espacio ni historia en sus pieles, está en medio del campo hostil, luego del estrepitoso paso del tiempo, más agreste se fue poniendo, ya no canta, solo padece, ya no imagina el prado que nunca ha conocido, el deseo lo envió enrollado en vuelo de ave, no tiene ganas de juntar agua y rastrojos de luz para ver si por si a caso crece, no quiere disputa ni explicaciones, quiere la estrechez de su esfera despacio, quiere olvidar que ha sido mata.

La mata ha soñado que tiene ahora dos rumbos, recogerse hasta olvidar la noción de vida en el oxígeno o tal vez, esperar que en nueva estación venidera de sus restos y junto al sol brote semilla lozana y despierta para recobrar el aliento y sentirse parte del paraje, sentir que la vegetación le abre lugar para el respiro vital, para aferrar raíces eternas.
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La mata quiere trascendencia.

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Lila Andelizha