lunes, 27 de julio de 2009

Presidiario

Qué cosa se debe tener en cuenta a la hora de sentir que has faltado tantas veces a tus verdaderos deseos, por remitirse a ser un poco más de acá, y no tan de allá como las aves. Llega un punto en que surge una duda, una duda con los actos, por el mismo hecho de la remisión, como si un límite borrara siniestramente la sangre de nuestros cuerpos, ese calor vivaz que se aloja bajo la piel, el que debe ser mapa irrecusable de lo que se quiere, cuando se quiere, por querer y ya. La ofuscación es ceguera, la que anuda el precario lazo a las condiciones naturales –o los vestigios de aquello-. No entiendo bien cuando se hace algo por que se desea o por que lo desea el imaginario del vulgo. Yo no tengo certeza de mis manos, menos de mi mente, pero frustro y pisoteo infeliz cada uno de mis secretos, cada una de mis hambres exacerbadas de decir algo, o hacer lo que suele engendrarse por si sólo. Esas cosas de las que nadie supo procedencia alguna y que colecciono tortuosamente a cada instante, siendo en su mayoría trasformadas a culpas, o siéndome asquerosamente evidentes en su falta de sentido –no habiendo necesidad alguna de poseerlo- o sus [posibilidades] de traer consigo consecuencias [desfavorables], ¿para qué o quiénes?, créanme que en ese momento puedo ver únicamente a los afectados.

(Lo siguiente puede ser llano ejemplo de un juicio ulterior a un acto cometido [desafortunado], liberado sencillamente por cierta torpeza a la hora de la remisión de impulsos.)

(…)fue cuando surgió de nuevo la estúpida motivación, bastante 'aturdida', la que proviene del cúmulo de ideas que me la paso elaborando en mis caminatas circulares hundida en humo de cigarro, ahí frente a frente, a viva e inescrupulosa voz: “...¿eres feliz?”. El problema estuvo en la amplitud, por qué no un simple ‘¿estás bien?’, ¿y si de pronto aquel hombre hubiese estado con una tristeza desgarradora y por consiguiente me hubiera mirado con ojos dilatados, medio salidos, pasados a llevar, insultados por la pregunta fuera de contexto de la que es víctima mi cordura cada vez que se entrega cual flor naciente a la luz del sol a la impía espontaneidad?, mi vida corrió peligro, corrijo, no fue mi vida, más bien, la maldita idea que se arma la multitud patudamente de mi persona, cuando recurro a tales expresiones ¿magnánimas?, cuando se me escapa la sincera y reverenda gana de preguntar o responder cosas tan ‘sofisticadas’, tan extrapoladas del nivel trivial que ‘debe’ tener o practicarse en un encuentro relativamente casual de dos personas relativamente conocidas, en un lugar relativamente no-apto para hablar e interrogar a niveles catastróficos, insostenibles, supremos, o quizás, filosóficos(?). ¿Feliz?, ¿Quién demonios responde esa pregunta en estos días?, me imagino, a veces, ir por las calles -o mejor aún- en el metro, un típico viaje subterráneo de nueve de la mañana, con la gente limpia, recién salida del candor de su hogar, algo inquietos, algo molestos por cumplir la rutina, y proceder como abeja despechada a molestar con el zumbido de una mujer algo torpe y de poca empatía a preguntar al mero azar a cualquiera de los que allí viajan: “¿Señor, es feliz?”....o “¡hey tú!, ¡Si, tú! ¿Eres feliz?”. De seguro se quedarían mirando, como no comprendiendo si lo digo enserio, o me estoy burlando de su perfil desganado, tal vez, se reirían y me preguntarían –como para evitar responder-: “y tú, ¿lo eres?”, otros gravemente se apartarían de mí o me contestarían algo así como “no me molestes por favor”. ¿Lo soy?, ¿Soy feliz?, ¿Cómo o qué es la felicidad?, al menos en mi modo de concebir conceptos tan temerarios y
e insostenibles como aquellos resolvería felicidad como el tránsito hacia un estado sublime, no la muerte, ni una gran fortuna, es ese estado que sólo otorga el tiempo, cuando hay noción de él y su efecto, eso a lo que uno quiere atribuir una justificación, un deseo por validar tiempo y vida en este lugar, tampoco es trascendencia, es sencillamente sentir la consistencia del aire, sentir la tierra bajo los pies y luego retornar a los años transitados y pensar que aquello une más los talones a sus raíces, aquello es lo que ha sido real hasta nosotros, hasta donde puede ser vislumbrado y el instante en el que es posible dar cuenta de ello, es aceptar la vida aquí, es concebir una acepción aliviadora y refulgente, es creer, es reconocimiento, es tranquilidad y todo eso conforma a su vez la felicidad(...)
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Lila Andelizha

1 comentario:

  1. *comentario ñoño del día*

    esa imagen es de un manga llamado Uzumaki (espiral en japonés) y el dibujo es súper extravagante y la historia mega psicótica D: es bien loco C:

    besho ♥

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