lunes, 18 de enero de 2010

Delirium Coeptum

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No sé cómo pasan cinco horas tan rápido, de pronto trato de dormir, más o menos temprano, porque ha sido mucho la falta de consideración con mi cuerpo, y no puedo. La cadena de ideas viene siniestra hacia mí, como el peor de los huracanes, y ahí me quedo, dejando que cada pensamiento me lleve a otro, cada puerta al ser abierta contiene otras dos y escalo verdaderas ramas sobre un árbol gigantesco. El tiempo corre, la desesperación, quisiera dormir. Me levanto abruptamente, me siento sobre la cama, transito cuatro pasos, me vuelvo a recostar, sujeto mis sienes, siento el viento, y ahí están de nuevo.

Tuve un problema, sí, cuando cegada por la ventolera de ideas furiosas, quise sostener una de ellas más de la cuenta, y mis ganas por materializarla se hicieron insostenibles. Ahí fue cuando a eso de las cuatro de la madrugada, con la ventana semiabierta y una luna más ausente que otras noches, tomé mi teléfono celular y te escribí bajo un pretexto extraño que de pronto pensaba en ti.

-Sentimiento que debo reprimir por el bien de mi corazón y su parte sensata y orgullosa-.

Ahora quisiera decir que me arrepiento un poco, sólo un poco. Pero no puedo.

Estuve en medio del delirio y del caos, en el ojo de un huracán avasallador, entre medio de mi racionalidad con sus legiones, y la pobre y silenciosa mujer acurrucada en una esquina, la que quiere decir tantas cosas. Aún así, esto no es una evasiva, es verdad.
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Lila

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