martes, 18 de mayo de 2010

Ella, la que habla Sola

Me he dado cuenta, que cada vez que transcurre cierto tiempo, entiéndase un par de meses, comienzo a escribir, diciendo que hace mucho que no lo hago y que lo retomaré. Con respecto a aquello, también agregaré esta ocasión que, sencillamente no soy una autoridad sobre mí, es más, cada vez que me propongo algo que requiera de cierta metodología, o constancia, no puedo ejercer mi compromiso por un periodo extendido, o permanente, como se desearía. Tal vez, simplemente sea un problema de disciplina, por lo demás, mi crianza estuvo bien exenta de ella, cosa que se compensaba con buenos valores, por muy ortodoxo que pueda sonar todo esto. Yo últimamente no produzco nada, sépalo. Otrora tenía muchas cosas en mente para hacer y adjudicarme cierto aire de artista y de ciudadana proactiva, aunque medio excéntrica al fin y al cabo. Me acuerdo que tenía muchas cosas bien claras, y me hacía yo como una persona con los pies sobre la tierra, o enterrados en ella, pero en la tierra finalmente, con alguno que otro ideal, de esos que identifican a esa parte de la juventud que se siente extranjera de la sociedad. Pero a fin de cuentas, estar hablando de ese antes –bastante próximo por lo demás- es pertenecer a esta comunidad de frustrados-truncados-neoexistencialistas-ignorantes-conformistas-posmodernos que suelen multiplicarse como conejos, o como células, más que nunca. Así que me toca ahora reconocerlo, quizás llevo pocos años, pero ya reconozco un pedazo de fantasía y orgullosa garra juvenil totalmente desmoronada en el suelo.

Y es que esto hay por ahora: “De los errores se aprende”, frasecilla cliché que merodea mi cabeza hoy por hoy. A veces no deja de ser cierto lo que transmite el vulgo y sus discursos bonachones y tan costumbristas. Quizás, retomando lo del primer párrafo, reconozco hoy un par de errores que ya cometí y que son causa directa de algunos de mis pesares presentes, causa y marcas fijas que plasmadas han quedado en lo que queda de mi vida. No digo esta última frase con el melodramatismo con el que se podría concebir, tampoco tengo aires suicidas ni mucho menos, más bien, me encuentro un poco pendiendo en pensamientos que me han llevado a creer que no he hecho nada por salvar la persona que era hace dos o tres años, la que tenía más chispa y una lengua filuda. A propósito, siempre deseo el pasado, eso también he concluido, no sé si esto es habitual en los humanos, pero realmente resulta molesto, pues quizás debería ansiar el futuro con ferviente pasión, más que valorizar en demasía pasajes preliminares, por muy significativos que hayan sido en nuestra experiencia.

No me arriesgaría a denominar de alguna manera mi “estado”, tampoco me gusta llamarle de esa manera, más bien, como ya he dicho, de pronto uno posee ciertos pensamientos o reflexiones atravesadas entre sien y sien, provocando una suerte de dependencia hacia ellos. Estos no se van, ni se moverán un centímetro hasta que no se vislumbre alguna solución o llana respuesta que contribuya a su conformidad. Es esto lo que sucede, pues pienso en esos errores, y en lo que no he hecho y que siento que debo hacer. Parte de ello es retomar algunas ideas pendientes, ideas que más que ser mero hilo de palabras hoy en día, constituían mi norte hace algún tiempo.

He ahí mi dilema, necesito echarle una mano a la mujer de ese tiempo, la que tenía más gracia y poseía grandes proyectos, que se encuentra en tras un calabozo lleno de prejuicios y sombras. Debo exiliarme de esta imagen que traigo, porque sinceramente pesa demasiado y me hace sentirme desprotegida, demasiado vulnerable y poco clara. La atmosfera está muy buena, mi vida ha tornado a buenas tierras, y eso me ha llevado a esta decisión. Tengo que pillar a la villana de hoy alguna tarde durmiendo somnolienta, y arrancarle la llave que trae consigo apegada a su pecho. Con ella abriré tantas celdas, que la luz se desparramará.

He concluido, después de todo, que habitualmente me auto escribo para darme mensajes matizados de una peculiar esperanza, eso me llama muchísimo la atención. Me lleva a imaginar cierto ideario en el que justo en mi centro más exacto, se encuentran dos legiones gigantescas luchando eternamente por el dominio de mis acciones, no diré bien ni mal, puesto que a veces el ejército que parece ser de Los buenos vela por fines de llana conveniencia, materiales, o utilitaristas, de ese bienestar efímero. El otro a veces, me lleva a mortificarme, sentir un océano de culpa asfixiante. Sea como sea, aquellas huestes de la vida, poseen ideales y justificaciones rotativas, relativas, influenciables, así que de todas maneras, tanto se asemejan a cosas mundanas y terrenales que no me sirven de mucha ayuda, y terminan siendo dos entes individuales más, a parte de mi estado juicioso, dentro de mi conciencia. Es por ello que, me he dado cuenta, que cuando logro sobreponerme a sus fuerzas y discursos, las cosas suelen ir mejor, y hoy me reconocí con cierta independencia pujante, estoy yo en mi centro, justo en medio de sus fuerzas.
*
*
*
Lila.