lunes, 7 de junio de 2010

Escribir hasta que duela.

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........Está bien de moda eso de confesarse y decir todo aquello que pasa por la cabeza escribiendo en prosas resueltas y sin tapujos, donde y cuando sea. Lo he visto por ahí, en el mundillo de la Web, en blogs y fotologs por sobre todo, como también por las calles. Considero aquello algo bastante beneficioso. La gente oculta muchas cosas, y piensa otras tantas sobre esto y lo otro que ahora lo expulsa de la manera que desee en una prosa bonita, bien armadita, bien sonora, en sus espacios. De paso se desahoga, de paso mejora la verbalización de sus ideas, más aún de sus sentimientos. Algo de mejora hallará en su ortografía (aunque Word siempre lo corrija todo, pero se ocupará menos el corrector), y aprende a escribir para la gente, aunque la idea inicial sea escribir para uno mismo. Me gusta, me gusta. Yo recuerdo que cuando pequeña lo hacía siempre, pero en pequeñas libretitas Torre de quinientos pesos. La necesidad de expresar siempre ha existido en la humanidad, es vital y saludable por sobre todo, más aún si es escribiendo.

El otro día en la micro, un muchacho que iba justo a mi lado, de pie y sin más seguridad que el equilibrio de nuestros pies entre un mar de gente, escribía en una de esas libretitas –que hoy por hoy bordean los mil pesos-. El cuadernillo casi topaba la cabeza de una señora algo amargada, que una vez advertida de la inspiración ‘inoportuna’ de aquel muchacho, se movía de mala gana interrumpiendo su escritura, y soltando varios ‘disculpe’ del chico. Pude leer entre cabezas y bufandas, algo de lo que el muchachito escribía. No quise ser impertinente, ni mucho menos metiche, pero me las ingenié para que mi rango visual diera exactamente en el movimiento de su tembloroso lápiz, sentí por así decirlo ‘sana curiosidad’. Así en la libretita se armaba una especie de prosa, con ciertos espacios en blanco que daban paso a otras ideas sueltas. Si es que mi memoria curiosa no yerra esta vez podía leer lo siguiente…

“Las pequeñas aves estremecen con su vuelo, cuyo sueño hoy y ahora apaciguan mi mente, la que no quiere estar aquí. Las ruedas de la micro entorpecen el tejido de mis palabras, y la verdad de lo que pienso. La gente es violenta a cierta hora del día, por eso escribo, en busca de mi soma. Pero hay algunas almas que me miran como sabiendo lo que trazo, en realidad sé que lo saben, a ellos sólo les falta su libreta en estos momentos…”

Cuando acababa de leer aquello, el chico descubrió mi intromisión, y se puso algo nervioso. Mientras yo entendía lo involucrada que me hayaba en sus letras. En eso la señora lanzó un alarde de paciencia colmada, y con tono irritado dijo: “oiga joven me ha venido molestando todo el camino con su cuaderno, debería estudiar en su casa mejor”

La miré con bastante rabia. Él le respondió un tanto humillado: “disculpe” una vez más. Tocó el timbre medio desconcertado, esperó a que el chofer se detuviera, mientras los que observaron la escena miraban con esa desagradable cara de curiosidad burlesca, y bajó.
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Es ahí cuando pensé que realmente me faltaba mi libreta en ese momento.
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Lila Andelizha.

miércoles, 2 de junio de 2010

Y es que:


"Una Línea puede marcar un final
Pero sólo en las blancas páginas
El final no existe,
Para ello deberían recorrer el Universo
Hasta encontrar la última estrella..."
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Lila en la Nube