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Desnudo mis deseos, como
cuando desnudo mi lencería barata hacia vos.
La lanzo sobre la cama, sin
cuidado, con hambre de carne y calor. No tengo ganas de alardear por la palabra
bella sobre el Olimpo que hoy no me apetece enunciar.
Te estoy mirando en la huella
que deja tu ausencia, y te digo:
No sé hasta dónde llegue tu
palabra, tu aliento. ¿Dónde guardo el deseo de la felicidad?
Lo sé, me tengo que moldear,
la realidad es obstinada, las cosas no son realmente bellas y que la vida endurece,
llena de callos y heridas los pies; el alma.
Pero de pronto sucede que me
canso de ser la hembra ansiada, la hembra alfa envuelta en el simulacro de temperamento
y decisión, lo suficientemente madura como para afrontar la puta vida enmarcada
en razones y pertinencia, con estilo y aires de rebeldía, de “mente abierta”,
de “hay cosas más importantes”. A veces quisiera tener 15 y seguir imaginando
que mis veintitantos serían diferentes.
Estoy cansada de prender un
cigarrillo y mirar desafiante, estoy algo exhausta de pretender una
conversación interesante y asumir proposiciones con complejo de verdades
universales.
No me gusta ver como deshacen en mí los prejuicios que abundan en la figura
femenina. Digo que detesto a las mujeres, pero siento que soy más hembra que
otras, pero se me cansó el cuerpo, el objetivo.
¿Podrás comprenderlo?
No quiero palabras complacientes,
estoy débil, pero sigo aquí. Te he acompañado siendo fiel a la figura aguerrida
que llevo a cuestas, pero me ahogo, mientras me siento en una silla sin patas.
Tú cuerpo se vuelve sin
soporte, te has acostumbrado a la seguridad que rodea mi nombre.
Pero sabes, hoy no tengo un piso en el cual arrodillarme, en donde apoyar los
muebles. Tengo tierra, tengo más tierra que nunca, estoy cada vez más humana, primigeniamente
quebrantable, acaso más natural. Hoy quiero ser débil, quiero ser mujer
histórica.
Quiero tu materialidad, no la palabra, ni el proyecto, ni las figuras fuertes. No
quiero la puta vida en su capricho, ni los días en carpe diem. Sólo enuncio con
urgencia la necesidad de refugiarme en vos, donde habita vuestro ser sin
tiempo, apagar los deseos, los mañanas, los pasados, las canciones, la gente,
con sus buenas y malas intenciones, las denominaciones, los “deber ser”, los
parámetros atractivos.
Hoy quiero llorar, sentirme la
masa femenina que llora por las noches sin que la vean.
Me cansé de esta puta mierda.
Me libero de la máscara.
Esperándote sin ella, sólo con
mi rostro húmedo, te acepto esta noche.
*
Lila A.