jueves, 25 de febrero de 2010

Los ojos por un montón de palabras.


Me dijeron que era tímida. A veces lo soy, más involuntariamente que con la conciencia de frente. A veces no opinar resulta de tan mal gusto para la gente, a veces callar cuando es mejor de esa manera, resulta tan fastidioso. Y es que es cierto, quién se sentiría bien hablando con una persona sin palabras, que ni siquiera conteste trivialidades frente a una pregunta sencilla y común. Nadie. Yo solía repudiar a esa gente. Pero la peste de la pusilanimidad tocó mi puerta, más bien mi lengua. “Estado contemplativo”, así prefiero llamarle. Bajo los dominios de aquella enfermedad social, suelo observar los ojos, de forma carnívora, leer irracionalmente el movimiento de los labios de mi interlocutor y disfrutar de los sonidos inclasificados de las muletillas y las carcajadas espontáneas que gesticule. Suelo dibujar las facciones de mi hablante, a veces hasta me dan ganas de besarlo y cerrar su palabrerío para disfrutar de la piel. Cuando es señorita, o bien señora, quisiera que también quedara en silencio, un largo rato, quieta, apaciguandonos, para luego estallar y reír hasta suspirar.

Estado Contemplativo, eso es todo, contemplación, análisis absurdos, ideas volátiles, una mente en otro lado, una rutina que llegará luego para afirmarla. Eso.
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Lila

3 comentarios:

  1. Vino y se fue

    Asi pasa con el vino. Asique hay que tener mas para la proxima.. unas 4 botellas :o!

    y un buen queso

    Tan tan!

    Una javi.

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  2. Estoy de acuerdo con lo de las cuatro botellas...

    Vengan este findesemana.

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