jueves, 31 de diciembre de 2009

Re-memorar, valorar, asumir. Bienvenido 2010


Por lo general nunca hago balances, mucho menos anuales, ya que, la conciencia sobre mis actos y sobre lo que ha sido mi vida es, aunque demasiado fugaz, bastante profunda y selectiva. Pero más allá de aquello y de tanto ritual popular para este día, considero que la mayoría de las personas espera siempre tener una nueva oportunidad, y es por ese motivo que la ansiedad y la euforia de estar a sólo horas del “termino” de un ciclo o una etapa en la vida se hace tan ferviente, y muchas veces esto se ve incrementado por el tejemaneje mediático y de la propia tradición que influencia con su insistente mensaje de “renacimiento” o de “positivismo” para el año que viene, de “este será mejor, ahora si”, “sí, este es mi año, se viene, se viene”. No relego, más sólo me asombro. Tal vez, por alguna razón similar me encuentro ahora escribiendo esto, y advirtiendo de alguna u otra manera que concederé parte de mi esfuerzo y tiempo (de sobra por estos días) para intentar hacer un seudo balance, quizás no anual, más bien fragmentado de mi año, el caótico 2009.

No quise ser evidente con lo de “caótico”, pues no quiero limitarme a resumir estos doce meses en una mísera palabra, pero mucho de aquello tuvo. Es más, si parto por mencionar que este año ingresé a la Universidad, acontecimiento ciertamente relevante, a estudiar algo que no estaba entre mis primeras alternativas, pero que asumí con un ligero orgullo y una impulso más bien desafiante. De alguna u otra manera quise probarme, después de la frustración y otro ideal truncado, no queda más que proponerse aquello, o bien, hundirse e irse al carajo. Aún así, debo reconocer que ha sido duro, pero más allá de la opción académica, la incursión más aguerrida es la de saltar un enorme abismo entre la educación escolar y la “superior”, realmente es aterrador, es enajenante. No sé si este fenómeno es provocado por la presión, o bien por la extraña “libertad” que cae de pronto frente a uno, libertad que en el fondo no es más que la figura empequeñecida de uno mismo, parado en medio de un campo infinito de estímulos, de conflictos cognitivos, de paradigmas derrumbados, de responsabilidad y principalmente de autocontrol. Libertad de noción de sí mismo, libertad de conciencia, de un paso hacia la siguiente etapa de madurez.

Sinceramente, dudé en referirme en estos momentos a lo que ha sido mi espíritu y mis emociones, pero en algún sentido, siento que debo hacerlo, considerando además lo que suelo decir acerca de mi afición por escribir, ‘es un mapa para saber donde ando’, y en este caso será para saber dónde anduve todo este tiempo. Difícil será hablar, creo que este año se ha merecido el adjetivo mencionado anteriormente básicamente por este aspecto de mi vida, un caos. Hubo (que extraño es hablar en pretérito) un sin fin de factores externos y otros no tanto que influyeron en mi creciente desequilibrio, principalmente familiares, en los cuales no indagaré porque este espacio es, aunque desolado, público de igual manera. Pero del resto quisiera hablar. Por ello partiré confesando que perdí mi rastro, sí, así de sencillo, no sé qué fue de mí y de mi seguridad de antaño, no sé que me ha debilitado, algo me ha comido el habla, la claridad de ideas, la templanza, incluso mis voces consejeras, que no son yo misma (y bien lo saben algunas personas) se esfumaron, no están, no las escucho, las llamo y no me atienden, y he quedado más sola que nunca. He quedado sola frente a una infinidad de reflexiones y conclusiones que quedaron cojas, sin fundamento, sin coherencia, sin la suficiente realidad.

Extravié la noción de mis capacidades, anduve temerosa, fuera de sí. Muchas veces no respondí, estuve huida, sobrevolando otros mundos que me refugiaron, que me mantuvieron con un semblante apagado, contemplativo, silenciosa, misteriosa, y eso a su vez incomoda, la gente me lo hizo saber, de pronto hasta olvidar saludar puede desmoronar tanto a otros. Tampoco tengo personalidad, la definición estuvo desguarnecida todo el año, y por ello, por mi latencia y fantasmal figura pido perdón, pero sobre todo por mi ausencia, porque abandoné a muchas personas que me necesitaron en pasajes tristes, en espacios que pude haber llenado al menos sonriendo y escuchando, lo siento, no pude ser amiga, ni un apoyo este año, para nadie, ni siquiera para mí.

Otro asunto que se me viene en mente, es que ha sido algo triste alejarme de la gente de ese antes, allá en otros lugares y otros mundos, siento que incluso la misma distancia hizo de lo suyo, sembrando malos entendido y especulaciones, enojos infundados, y extraños sentimientos. A toda esa gente, a la de los años de colegio, de mi curso, los de siempre, a ellos van mis palabras, y debo decir que los quiero, profundamente, y eso es inmutable.

Hablando de otros asuntos, desplazándome de las cosas más abatidas, quiero dejar grabado en esto, que este 2009 mi obsesión y mi debilidad más preocupante estuvo en su máximo esplendor. Me enamoré fugazmente de al menos treinta individuos (aunque usted no lo crea) en la calle, en la micro, en el metro, en eventos, en pantalla, en canciones y a todos les tengo un algo escrito, bueno tal vez no a todos, pero hubo algunos cuya aparición en mi vida trajo más de algún lapsus de inspiración. De todos aquellos debo destacar a dos, el primero fue uno de esos amores platónicos hasta más no poder, era de mi Universidad, fué durante el primer semestre, estudiante de Filosofía, y a penas lo vi, sentí que algo en mí había cambiado. Me obsesioné, lo buscaba, 'no le quitaba el ojo' y escribía escondida todo lo que me causaba su ser. Hasta que lo conocí, después de una ardua estrategia por hacer “casualidades” entre él y yo, y ahí la inmensa torre de ideales y amor infantil se me vino en picada. Pero aún así, fue un buen período. Con el otro muchacho, todo fue increíblemente contrario, por tanto, más real, y mi amor-obsesión-fijación-desvelo se ha prolongado intensamente hasta hoy, pero no quisiera hablar más, sería comprometedor.

El arte, la música, siempre ha sido intachable, este año tuve dos grandes momentos donde pude sentirme la mujer más feliz de la tierra, en pequeños pero hermosos escenarios. La música siempre me da sólo satisfacciones, y eso reafirma mis ganas de seguir con ese sueño que he tenido desde siempre y continuar firme, sujeta a su mano, pese a todo, frente a todo, como la más maravillosa de las virtudes que puedo disfrutar, aunque sea en una mínima fracción de toda su grandeza.

He llegado a un punto en que no sé qué más podría hablar-rememorar, además ahora que veo bien todo esto, me doy cuenta que ni siquiera alcanza a ser un “seudobalance”, pero realmente me he sentido bien escribiendo, es gratificante pensar que todo aquello ya pasó y que es posible “aprender” de todos modos –por muy cliché que pueda sonar-.

No sé, sucumbí, a pesar de la brevedad y simpleza de mis recuerdos. Sólo quisiera agregar que aún considerando todos los prejuicios que puedo tener, también me gustaría renacer este año que viene en un par de horas más, pero no, la verdad no, no es renacer, es crecer, y creer más, sobre todo creer. Creer en mí, creer en los demás, creer en lo que estoy haciendo, en lo que quiero, en lo que digo, creer un poco más en las cosas de acá, se puede aún.
*

¡Bienvenido 2010!

*
Lila

domingo, 27 de diciembre de 2009

Dedicado a mi Conciencia.




Cómo cresta decir esto.
No soporto más la maldita noción que tengo sobre mí. Es una batalla constante, mi dulce y estúpida esperanza, forrada de sueños, cubierta de buenas palabras, de verdad, de templanza, de inspiración, de anhelo, de querer, contra ellos, la legión inmunda que proviene de acá, tan cerca, del cemento, de mentes inicuas, hervorosas, llenas de rencor, llenas de celos, de envidia, de prejuicios, de sociedad, de inseguridad. ¡Maldita sea, qué me queda ahora!, no puedo tolerar más esta división, ¡no la soporto!, no es posible contenerme si estas dos grandes fuerzas se enfrentan noche y día sobre mi pecho, arrancándose la piel. ¡Qué cresta creer!, ¡qué mierda puedo sentir!, me engaño a cada instante, unos dicen una cosa, otros lo refutan, otros mienten, incluso yo me he mentido, siempre he mentido, para salvarme, para no dejar de ser, y ya no tengo fe sobre nada, pues no tengo nada, todo lo que piso siempre resulta desvanecerse. Puedo sentir en ocasiones que estoy segura de muchas cosas, pero me he dado cuenta que poco es lo que posee el valor merecido, (nada y nadie merece, y nada y nadie puede tener valor, eso es mejor pensar en estos momentos). No quiero más, no quiero caer más, no quiero ser de ellos, no quiero llorar por nadie, no quiero ser ni mujer, ni humano, ni animal, ni insecto, ni estúpida, ni ingenua, ni buena, ni confiada, ni niña, ni adulto, ni inferior, ni silenciosa, ni iracunda, ni tener dieciocho, ni decir, ni callar tantas cosas, ni menos sentirlas, ni mucho menos creer que las siento y que las tengo, ni quiero amar tanto, ni quiero ver, no, no quiero ver, porque no quiero verte, no quiero saber nada, ni nombres, ni labios, ni corazones, ni opiniones, ni decepciones, ni amores, ni manos, ni golpes, ni sangre, ni cielos, ni guerras, ni pasiones, ni razones, ni palabras, no quiero, no, es suficiente, todo es transgredido, por eso no quiero, porque todo es vulnerable, yo lo soy, tú también lo eres, todo lo es, y no quiero saber que eso puede ser, no quiero saber, no quiero, no quiero, no quiero, detengan esto, por favor, deténganlo rápido o regrésenme a ese lugar de donde provengo, ¡no más!, ¡¡NO!!.
Fuck!!
*
Lila.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Confesiones


Ahora...

Tengo una brisa de inquietud. Tengo las cosas claras, al menos de mí hacia allá, quiero amar, y quiero que alguien reciba ese gran gozo, que a su vez, lo cuide, lo cultive y lo proteja, pero por sobre todo, que lo crea, siendo mi retribución contemplar sencillamente como crece la semilla, como sonríe el bello sol.

Tengo un soplo de tristeza. No sé disuadir, ni ver entre lo que tiene mayor posibilidad de vivir y extenderse por la tierra, y lo que se queda ahí, marchito y cubierto de dudas.

Tengo un río de ingenuidad. La razón, la delicadeza, la Mujer, la energía, la pasión, no son uno, ni las partes, se hacen un nudo imposible, sin comienzo, sin medida, sin gobierno. Nacen y perecen, caprichosas, sin aviso.

Tengo una tarde de confianza. Que difícil es desprenderse de hoy, observar desde afuera, desde un lugar que ya pertenece al futuro, a los segundos que ahora no quiero soltar. ¡Por Dios, no se vayan!, regresen y acaben sembrándose fuera del tiempo.

Tengo un océano enardecido. Quiero tantas cosas, como lanzar mi máscara a las llamas, para que puedas verme descalza, despojada de tanto miedo, de la infancia, del fracaso, podrías tenerme en tus manos, bailando en una tierra clara, sólo para ti.

Tengo un lienzo de desconciertos. Por qué ocultar lo más noble de nuestro ser, por qué remitirse al silencio, a veces él puede traer vacilaciones, mentiras, sombras. Si yo te quiero, no basta, lo sé, las palabras han perdido consistencia. Por ello escribir mis sueños y la fulgente sed que me acaricia, tampoco es suficiente. Tal vez decir que te detengas, que observes y que descubras que estás acá, muy cerca, sería algo más verdadero. Y confieso, quiero dar, desde siempre, porque creo, porque amo, porque vivo y no puedo justificarme de otra manera, porque no puedo olvidar que alguna vez te vi junto a todo lo que más venero. No ofrezco otra cosa más que mi propio deseo. Deseo es la energía. Quiero es la palabra, el impulso va con el alma, ésta contiene mi amor, tu ser es la imagen, el reflejo, esto es todo, porque el tiempo pierde su significado, lo demás nunca ha estado.
*



(...)

*

Lila.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Y siempre ha sido así...


No puedo decir nada. Por ello hay otros que lo haran por mí.

*
Al poseerse, los amantes dudan.
No saben ordenar sus deseos.
Se estrechan con violencia,
se hacen sufrir, se muerden
con los dientes los labios,
se martirizan con caricias y besos.
Y ello porque no es puro su placer,
porque secretos aguijones los impulsan
a herir al ser amado, a destruir
la causa de su dolorosa pasión.
Y es que el amor espera siempre
que el mismo objeto que encendió la llama
que lo devora, sea capaz de sofocarla.
Pero no es así. No. Cuanto más poseemos,
más arde nuestro pecho y más se consume.
Los alimentos sólidos, las bebidas
que nos permiten seguir vivos,
ocupan sitios fijos en nuestro cuerpo
una vez ingeridos, y así es fácil
apagar el deseo de beber y comer.
Pero de un bello rostro, de una piel suave,
nada se deposita en nuestro cuerpo, nada
llega a entrar en nosotros salvo imágenes,
impalpables y vanos simulacros,
miserable esperanza que muy pronto se desvanece.
Semejantes al hombre que, en sueños,
quiere apagar su sed y no encuentra
agua para extinguirla, y persigue
simulacros de manantiales y se fatiga
en vano y permanece sediento y sufre
viendo que el río que parece estar
a su alcance huye y huye más lejos,
así son los amantes juguete en el amor
de los simulacros de Venus.
No basta la visión del cuerpo deseado
para satisfacerlos, ni siquiera la posesión,
pues nunca logran desprender ni un ápice
de esas graciosas formas sobre las que discurren,
vagabundas y erráticas, sus caricias.
Al fin, cuando, los miembros pegados,
saborean la flor de su placer,
piensan que su pasión será colmada,
y estrechan codiciosamente el cuerpo
de su amante, mezclando aliento y saliva,
con los dientes contra su boca, con los ojos
inundando sus ojos, y se abrazan
una y mil veces hasta hacerse daño.
Pero todo es inútil, vano esfuerzo,
porque no pueden robar nada de ese cuerpo
que abrazan, ni penetrarse y confundirse
enteramente cuerpo con cuerpo,
que es lo único que verdaderamente desean:
tanta pasión inútil ponen en adherirse
a los lazos de Venus, mientras sus miembros
parecen confundirse, rendidos por el placer.
Y después, cuando ya el deseo, condensado
en sus venas, ha desaparecido, su fuego
interrumpe su llama por un instante,
y luego vuelve un nuevo acceso de furor
y renace la hoguera con más vigor que antes.
Y es que ellos mismos saben que no saben
lo que desean y, al mismo tiempo, buscan
cómo saciar ese deseo que los consume,
sin que puedan hallar remedio
para su enfermedad mortal:
hasta tal punto ignoran dónde se oculta
la secreta herida que los corroe.


"La Herida Oculta", Lucrecio

viernes, 20 de noviembre de 2009

"De lo más lindo que hay"

No tengo nada que escribir. La verdad, no, no es cierto, o no es tan así. Tengo más bien, unas cuantas –o bastantes- huevadas para explayarme (léase con ‘yeísmo’ y bien popularmente) pero no tengo ganas de hacer una narración, ni de buscar palabras bonitas, o usarlas de alguna manera especial (que alguna gente encuentra repugnante). [Pfff...] Y de esa manera menos ganas me dan. Pero el punto capital es eso, no quiero escribir cosas lindas, pero esto que hago ahora tampoco es lo uno ni lo otro, puesto que no son más que puras tonterías sin gracia. Pero aún así, parte de las bobadas que tenía en mente para escribir esta noche de viernes, ciertamente era algo como esto, es decir, como nada, o muy poco interesante. Además la idea también de estos relatos imbéciles es que un oportuno lector, o sea usted, se sienta mal, claro, por estar perdiendo el tiempo mientras lee este misérrimo palabrerío. Ahora bien, ya que estamos en esto metidos hasta la mitad –por el momento- continuaré con más de lo mismo, pero tal vez sea progresivo y alguna cosa digna podría salir. En efecto, como se supone que continúo puedo decirle, sí a Usted, que son las 20:52Pm, de un día Viernes demasiado otoñal para ser noviembre, y demasiado rápido. Por lo demás lo comencé muy temprano, a eso de las seis y treinta de la mañana estaba tomando un nutritivo desayuno (una taza de café con quince gotitas de sucralosa). Tuve una descompensación ligera, nada terrible, algo de nauseas y alguna que otra ‘apagada de luz’ mientras estudiaba en el casino de la Universidad, pero salí airosa, mal que mal estaba en un lugar con comida y azúcar, por sobre todo azúcar. La prueba fue un éxito. Pero alto, paremos un momento, esto si que resulta aburrido, ¿cierto?, tal vez hace falta lo de siempre, como por ejemplo unos cuantos versos maltrechos que haré ahora de manera instantánea a modo de seguir a mi conciencia cuando está toda revuelta y llena de inquietudes…

Caballos blancos corren en la selva
Selva de mi cabeza que oscurece los ojos
Ojitos bellos, esos que traes por las tardes
Tardes que espero que no sean sólo sueños
Sueños que creo ciertos cuando quiero
Quiero ver mis manos y las del mundo
Mundo que a veces no está hecho para uno
Uno que siempre cree estar fuera de este
Este silencio que existe y mueve la calma
Calma que falta cuando no sé que pasa
Pasa que las cosas se enredan y se atan
Atan las respuestas bien firmes
Firmes son las dudas y también los sentimientos
Sentimientos que huyen muy, muy lejos
Lejos donde mi razón no quiere andar
Andar es alejarse de lo más seguro
Seguro ha sido soñar tantos años
Años que seguirán en mi pecho bailando
Bailando la vida se pasa


Ya ni recuerdo que mencionaba antes, pero no leeré, debo seguir tras la corriente de la conciencia. Quiero decir que siento muchas cosas hoy, estoy en las puertas del infierno, pues, hay una tonelada de cosas que caen de prisa a mi presente, entre los deberes, entre los desajustes, entre mi enclenque metabolismo, entre infinidades de dudas y temores, siempre con temores, siempre con especulaciones, siempre con ideas que no sirven, siempre esperando. Sin embargo, entre los “entres” nombrados, hay uno sólo que me quita el sueño, pues, los otros sólo me complican un poco el día, son ‘normales’ por decirlo de una manera bastante poco verosímil. No indagaré en ese asunto, sólo puedo agregar que soy una mujer desafortunada, o bien, demasiado ingenua (que es lo más probable a mi edad prematura).

¿Qué sigue?, la verdad no quiero aburrirlo, (bueno otra vez esa fue una mentira). Es más, le diré que yo escribo ahora porque “¡ ostia tío que he dicho que me da la jodida y puta gana coño! eh”. Siempre me ha gustado el acento español, lo encuentro demasiado sensual (sí, bien sé que hay por lo menos trescientos millones de humanos a parte de mí que piensan la misma huevada), pero siempre o casi siempre he sido del montón (y lo digo a mucha honra) así que da lo mismo.

Ahora si que no tengo ni la menor idea de hacia dónde iba con todo esto, jajajaj, como si uno pudiera saber eso siempre.

Me he dado cuenta que la música produce alteraciones en mi humor, denante, cuando comencé a escribir escuchaba a The Ramones, lo cual produjo cierto arrebato en mí, y quise “romper la rutina” de este aburrido y mal utilizado espacio en la Web. Si usted no considera que esto haya sido innovador o al menos ridículamente distintito, sepa que no le pediré más disculpas por hacerle perder su tiempo, o por escribir pésimo pero bonito técnicamente hablando.

Ahora suena Supertramp.

¿Qué más?, bueno, sepa usted, que acabo de ver un video de esos que hacen que quieras ir corriendo a un confesionario por la repugnante tendencia morbosa que deambula en nuestras mentes. Un policía Vietnamita yacía tirado en la berma luego de un accidente, con sus extremidades inferiores totalmente desprendidas de su tronco, el que se mostraba absolutamente abierto con todos sus órganos esparcidos por el suelo, prácticamente flotando en un charco de sangre. Lo mejor o peor de todo (dependiendo del nivel de morbo que posea) es que el sujeto estaba vivo, vivísimo y coleando, no, tal vez coleando no, pero se tocaba el vientre con intenciones de encontrar sus piernas e insistía con una calma sorprendente, dirigiéndose a los transeúntes (a esas alturas infinitamente más morbosos que yo) que llamaran a su familia, pues, sentía que moriría en cualquier minuto. Sinceramente, debo confesarlo, soy morbosa, obsesiva, psicópata, perversa, viciosa, entre otras, pero esto fue demasiado, así que en el minuto y treinta presioné el botoncillo para detener el video (considérese que duraba alrededor de cuatro minutos, por lo que se podría concluir que el más morboso de todos fue el individuo que grabó esta incómoda situación)

Bueno, ahora sí que me comienzo a desinflar, las ideas se volaron, además escucho una canción demasiado hermosa I'll Be over You de Toto, que volvió a inspirarme y vino como un serafín divinamente alado a sacarme de un pozo horrible y viciado, en el cual las imágenes de un sujeto sin sus piernas se me repiten una y otra vez, con algo más de culpa, como si me mantuvieran los ojos abiertos con unas pinzas frente a una película interminable, al igual que Alex en la Naranja Mecánica. Cuenta la leyenda que Malcolm MC Dowell quedó con un daño considerable en sus córneas luego de hacer tal escena, debido a que las pinzas utilizadas pasaron a llevar sus ojos en reiteradas ocasiones (y tan lindos que son).

Definitivamente un desastre.

No quería terminar hablando de cosas terribles, entre el Policía desafortunado (como yo también lo soy) y las córneas rayadas de MC Dowell resulta un final tétrico, o trágico, así como el final de Edipo.

Pero considérese que me siento muchísimo más aliviada. Sólo me falta aclarar que hoy es viernes, pero no un viernes cualquiera, puesto que quisiera estudiar en un rato más, o tal vez no, pero pude haber estado haciendo al menos cinco o seis cosas más, las que suelo hacer los viernes, por ser un día tan ameno, un día tan tranquilizante, un día que significa un alto y un respiro en la alienada y rápida vida, termino con esto, no escribo más, termino con una seudo satisfacción de haber cumplido al menos con la tarea de “ocupar” (ocupar en el sentido de "rellenar" burdamente) otro espacio en esta dirección virtual.

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Con Virtual Cariño
Lila del Pilar Pérez.


sábado, 14 de noviembre de 2009

El Eclipse


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

*

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Augusto Monterroso

viernes, 13 de noviembre de 2009

¡Alto!, vas mal



"¿Qué es la vida?
Un frenesí,
¿Qué es la vida?
Una ilusión, un sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño
y los sueños
sueños son."


Pedro Calderón de la Barca.

martes, 10 de noviembre de 2009

Primera Voz.



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Horror y odio lleva entre las cejas, pobre nena, qué pésimo desenlace. Siempre que quiere creer en algo le arrebatan la vida, y quiere tirar un televisor contra la pared, y rajarse la ropa, y quiere gritar, y quiere golpear a algún humano que se le cruce, tal vez para llamar la atención, tal vez para recordar que aún está acá cuando quisiera lo contrario. Luego el mundo dice que es caprichosa, que se enoja y repudia fácil, que anda con mala cara y que… “oye, es mejor que no le hables porque tuvo un mal día”. Pues claro, devolverá la mirada con un odio triplicado, y de seguro te escupirá el caracho, pero luego correrá a su habitación y llorará toda la noche, eso es seguro. Pero déjenla, por favor, ¡imbéciles!, no le recuerden tantas cosas absurdas y manoseadas. Déjenla que se termine de destruir solita mejor, que pronto saldrá y sonreirá magnífica, porque no conoce venganza ni rencor, más bien muere cuando descuartizan sus sueños. Es una niña.

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Javiera-
*
(en comparación con la entrada anterior, tienen todo el derecho a pensar que soy bipolar e inestable, o también, muy desafortunada...)

martes, 3 de noviembre de 2009

En Silencio

*
Cómo decir con palabras, nimias palabras, que la esencia en una semilla está en germino, pero sin remitirme a la semilla, más bien describir el germino, describir ese glorioso proceso y sus movimientos, la vida misma que está brotando desde la fuente más perfecta de energía y belleza. Cómo describir también la alegría, el fulgor de la piel que siente el cálido resonar de la vida que se fecunda, la lluvia que renueva, el olor a tierra húmeda, el sol que en víspera se anhela, la semilla que su rayo aguarda. Cómo hilar las letras, cómo pronunciar la emoción, la lozanía y la brisa que acunan la semilla. Qué es lo que nace, bien lo sé, bien me acuesto con la idea de que está brotando, que de un par de mañanas más depende su primer tallo, su primer vestigio de triunfo, la armonía que vence en en dura batalla de soledades. Cómo decir que la espera se retira, cómo decirlo ahora, cuando está todo ahí adentro, en un mero deseo, en un accidente en el tiempo, en una paradoja del universo, en un pequeño rincón entre los astros. Una confrontación de almas en constante escudriño, que colisionan y se encuentran luego de siglos. Qué alegres se han puesto los caminos, cuando en sus orillas como niños, nosotros de tanto andar, hemos depositado algo de paz, algo de vida, para que la semilla culmine, para que la planta viva y sea hermosa, para que el amor exista, para validar la huida… cómo decirlo, si aún parece un sueño.
*
*
Lila Andelizha

domingo, 25 de octubre de 2009

Augurios


Que el viento vuele travieso, un día por la ventana
Es siempre el ávido aviso, de un estallido en el orden del cielo
Pues se anhela hoy, lo que ayer se vio en sueños
Cuando está todo encima, o echada la suerte sobre la cama
No queda más que armarse, es posible una emboscada

Que se afirmen entonces, los silenciosos novatos
Que la tormenta pasará sin ser frustre de compasión
Pero es seguro, que en un suelo de nuevo día
Cuando las mesnadas nítidas, de pura convicción
Acaben de aplastar a las filas del miedo
Las heridas sanen, validando el tiempo
Y la niebla se retire matizando el terreno

Tomarán su cuerpos, cansados y sin voz
Pero al sol ofrecerán de nuevo una canción
Seguramente vivirán la tregua sin temor
Esperando alegres que el árbol se renueve
Como el tren de la vida
Sin freno, ni contienes
Sin rumbo, ni único sentido
Pero siempre marchando
Resurgiendo, recogiendo
Las semillas del camino.
*
*
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Lila Andelizha

jueves, 22 de octubre de 2009

Beatrice de la Bohemia.

*
(…) era de madrugada, el show había acabado, dejé la guitarra y mi pasión a un costado, sin poner mucha atención al gentío que ya se disipaba(...) y dejó una rosa pálida sobre el pequeño escenario, -¿Para mí?-, pregunté esperanzada, a lo que respondió con una leve sonrisa, mirándome infinito: -la verdad, no, no es para ti sencillamente, es por ti... y también por mí.
Callé y me cuestioné el mundo entero, hasta que dije lo más simple,-¿Cómo así?
Se acercó aún más, descansaron sus manos sobre las mías y respondió pausado: -Porque tu ser trasciende, se proyecta en magnitudes, por medio de este arte, tu arte, cuál gracia divina que se desborda a mares en cada una de tus melodías, y esta noche, oyéndote has llegado a mi alma, y ya puedo sentir, que soy una extensión de vos(…)
*
*
Lila Andelizha

domingo, 18 de octubre de 2009

El Doliente (Oscar Hahn)

*
Pasarán estos días como pasan
Todos los días malos de la vida
Amainarán los vientos que te arrasan
Se estancará la sangre de tu herida

El alma errante volverá a su nido
Lo que ayer se perdió será encontrado
El sol será sin mancha concebido
y saldrá nuevamente en tu costado

Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?

Y una voz te dirá: ¿Que no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
Es el que hace volar a las gaviotas.


*

Recordando un soneto certero.
*


lunes, 5 de octubre de 2009

SocioCorrosivaMente


No sé si fueron los psicotrópicos que estoy tomando, producto de un cuadro de estrés cervical, pero me pareció al cruzar la avenida, ver en las manos de un joven sujeto una cortaplumas abierta, latente de ataque. Vestía polerón blanco con capucha, le quedaba enorme, al igual que sus pantalones, que en la mitad del trasero caían pesados. El tipo cruzaba la calle conmigo, pero más adelante, de pronto con todo lo que imaginé un pseudopánico me arrasó por las venas, hasta que un grito irrumpió la escena y la desmoronó brutalmente: “-¡Papito!, ¡papito!, ¡llegaste!, ¡te quiero!”. El Sujeto corrió al encuentro del niño, su hijo, más atrás su mujer -muy joven también- sonreía perfecta, y lo abrazó como si no lo hubiese visto en años, y un gran beso reverberó en mi sucia mente. Pasé rápido por el costado de aquel cuadro desgarrador, luego voltee y en su mano lo que había era un chocolate cubierto de papel brillante, que era ntnregado en las manos del pequeño, como sellando un hermoso vínculo de amor y familia.

Reconozco el sucio prejuicio.
Reconozco el sucio prejuicio.
Reconozco el sucio prejuicio encarnado en mis entrañas, como una uña lo está también entre mugre y bacterias en descomposición.

¿Qué creer?
¿Qué ver?
¿Qué...?
*
.
Lila (Avergonzada)

jueves, 24 de septiembre de 2009

En el Claro de la Luna


Muchas son las razones. Con ni siquiera dos décadas encima, tengo una vida paralela construida, donde ni mis padres pueden meter sus narices o especular.
______Ahí, en esa paradoja estoy viviendo, hace bastante tiempo ya, en algo más que una pieza, que posee una pequeña salita de estar, donde inmediatamente al abrir la puerta de mi refugio puedo observar una lámpara de pie, forrada en tela púrpura, un piano, el mismo que tengo acá, pero con temple distinto. Junto a ello, una menuda mesita, que tiene función de escritorio, comedor y lugar para cualquier tipo de creación culinaria o plástica. En ella un florero de greda con unas cuantas calas. A la izquierda un arco separa la única habitación, al entrar puedes recibir el golpe de una bocanada de humo, entre cigarrillos, incienso de violetas y uno que otro de felicidad. Al fondo de mi cálido cuarto, un cuadro hecho por alguna persona amada. Me imagino un cuadro enorme, de unos metros cuadrados, donde el color rojo haga lo suyo, con formas abstractas y muchos espirales, eso sí, muchos. En otra pared de la pieza, visualizo un mural, compuesto de fotografías y varios papeles que dieron el membrete recordatorio para esos días que uno colecciona de alguna manera, de los que debes conservar algo, por ser curiosos, o muy diferentes. Mi cama a ras del piso, con un cubrecamas de color azul, es guarida de secretos. Y las guitarras que a la luz del atardecer se tornan doradas, me gusta observar esa escena cuando tengo noción de los matices que en ese lugar existen. De todas las antiguas ventanas, un de ellas es mi favorita, tiene marco de madera blanca, y un pequeño agujero por donde se filtra el viento y se van las penas, o a veces un mal recuerdo. Por las noches es mi compañera, la que me habla de lo que ve pasar por la avenida, y cuenta historias de muchos años atrás, de los otros espíritus inquietos que vivieron antes en esta esfera, y también gusta de oír música mesurada, con alguna copa en mano, y algo donde escribir. A veces, llegan amigos, que también huyendo me encuentran, y quieren detenerse un ratito en mi nido; yo los recibo alegremente, la soledad bien buscada se siente mejor si la compartes con alguien. Entonces hablamos toda la noche, hasta sacar lágrimas de vida, hasta agotar las provisiones de melancolía, hasta caducar la risa más abundante, aquella que deslumbra, la más hermosa. Si de pronto el buen ánimo sobra invitamos a uno más, o a dos quizás. Las noches de sábado siempre son eternas e inundadas de buena gente, mi refugio brilla y resuena con guitarras abiertas y una perfecta comunión.
______En este rincón, donde el día se hace un infinito hilo de agua en la vertiente, cada amanecer es distinto, a veces es naranjo, otros con un frío enclaustrado en la tierra, pero no existe calidez alguna que no provenga de mi taza de café. Mi diminuta cocina ofrece su abrigo en mañanas de invierno. También en el centro, dos sillones pomposos esperan al cuerpo cansado de las tardes, y dan energía en los sueños que regalan. Mi cuarto es el más gentil, mi paralelo es el más fiel escondite cuando no soporto esta armonía disonante, la de este lado del mundo, sin embargo, sé que en cada segundo me voy acercando más, sólo estoy a unos pasos de tocar y girar con mis manos la manilla de la puerta y recibir esa luz de la tarde.

*
Lila Andelizha

viernes, 18 de septiembre de 2009

Confabulaciones Celestiales



Hace tiempo que no me enfrento a esto. Una hoja en blanco, una noche algo acentuada, donde la rutina se saca su sombrero en función de despedida y se marcha apacible. Unas cuantas quimeras lanzadas al cielo, que nunca cayeron de vuelta como lo harían las maldiciones. Unas miradas con esperanza. Una gran masa de gente en una misma frecuencia, creando bajo el humo de los cigarros y la marihuana una especie de ruptura de cadenas colectiva, que sólo se alcanza cuando tienes noción de estar sintiendo cosas no habituales, tanto en el cuerpo, como en la mente. Los ojos medio salidos, la sangre alcoholizada, la música que hierve, como himnos gestando comunión.

Salir de eso es crudo. Cuando todos en un vulgo enorme saltando y creyéndose pertenecientes, ensordecidos de patria y bandera, de imágenes y discursos que nos tiñen de colores, que reafirman la fe por materializar verdaderas murallas que nos hacen ser de acá y no de otra parte, o de todo. Estuve ahí, a las afueras del palacio de la Moneda, hoy: un diecisiete casi dieciocho de Septiembre, me encontré con todo el mundo. Oí cantar a los de acá, a los nuestros. Me sentí bien a veces, es como encontrar a tus pares dentro de una manada, gente encerrada en una franja de tierra con muchas frustraciones, pero con un oportuno y simpático orgullo floreciente en esta especial fecha.

Me sentí bien, reitero. Pero más que cualquier otra cosa, el orgullo patriota es muy contagioso, y los vicios traen euforia y mentiras.

Pero yo no quería hablar de aquello. Sólo quiero contextualizar lo que ahora procede. Resulta que esta mujer que narrando está, ha caído hace poco desde el cielo una y otra vez con un corazón vasto de amor, ha querido decir que se ha enamorado perdidamente, hasta más no poder, porque ha tenido un encuentro con él, aquel muchacho que siempre ha esperado, desde que pisó tierra, desde que cree en sus sueños y en su locura, desde que vio Amélie y se levanta todos los días creyendo que uno u otro mozuelo que ve en el metro o en la micro se enamorará de ella y la seguirá por sus andares, y descubriéndola poco a poco dejará señales por las calles para que llegue a su encuentro.

No sabía como decirlo, pensé en escribir algo más abstracto y difuso como lo que suelo decir, cuando nadie entiende un carajo y toda palabra se vuele transgresora. Pero ahora escribo para desarraigar tanta suspira y energía que me han traído estas ultimas horas, como narrando un sencillo diario de vida.

Había terminado el espectáculo, faltaba poco para la media noche. Me despedí de la gente con la que andaba y caminé hacia el paradero, debía volver a mi casa luego. La gente corría por las calles, ignorando a los vehículos, cuyos pasajeros también divagaban medio huidos de la normalidad. Hombres gritaban y cantaban al unísono el himno nacional o un desentonado ‘Ce hache i’ en medio de la avenida. Botellas de vino botadas por doquier y unas cuantas caras ebrias de sujetos que esperaban a que volteara a mirarlos para decirme alguna grosería. Uno de ellos me asustó, su estado era denigrante, recuerdo su pantalón desabrochado, completamente vomitado, que en cualquier momento estiraba sus manos para robarme o quizás otra cosa peor. Pero esas confabulaciones celestiales estuvieron una vez más a mi favor. Pues, él aparecía lentamente entre la gente de allí. Aquel muchacho de hace dos semanas, esa vez en la micro, de regreso a mi hogar desde la Universidad, a eso de las una de la tarde, cuando milagrosamente, la micro tuvo que desviarse concediéndome más de una hora de viaje extra para contemplar al muchachito más maravilloso de todos los tiempos. Recuerdo esa vez, haberme sentido al borde de un colapso nervioso, a penas se instaló al lado mío al centro del bus, con su libro de poesía y una mesura graciosa, con su cabello largo medio ondulado, y por sobre todo el verde de sus ojos. Tiritaba sosamente, soslayaba su mirada, enrojecí de pronto y me sentía inundada de mariposas. Cuando me preguntó si conocía el camino alternativo que había tomado el conductor, le respondí lo que me había parecido escuchar de una señora que se alarmó a penas reparó en la situación. Recuerdo habernos remitido a comentar aquello, conjeturando vagas hipótesis del motivo que produjo el corte del transito. Eso me dio cierta libertad en el resto del camino, para mirarlo aún más descaradamente y soñar con lo que conformaba la infinidad de cosas que no sabía de él y que me encantaría haber conseguido si tuviera una personalidad más aguda e intrometida. Dos semanas después, un diecisiete casi dieciocho de Septiembre, increíblemente lo volví a ver, ahí cuando más necesitaba de algún conocido para sentirme algo acompañada entre tanta excitación patriota. Por lo demás, sé que iba en mi misma dirección, pues, aquella primera vez, se bajó unos cuantos paraderos antes que yo.

Debido al show de la Moneda, las micros salían de una calle paralela a la Alameda, y en aquel Paradero fue casi imposible que se detuviera alguna. Yo lo observaba inquieta, de pronto opté por quedarme cerca de él, sinceramente quise saber si me recordaba de alguna manera. Tal vez si me miraba desde ahí podía notar en sus ojos alguna intención de acierto, algún destello, quizás sólo quería creer un ratito en mis niñerías. Sentí mucha vergüenza, me imaginé que había reparado en mi presencia, que había recordado y que estaba pensando que era a estas alturas muy intrigante verme, o tal vez, creía ya que era la mejor de todas las psicópatas que había dado con él luego de esa vez siguiendo un dudoso procedimiento, con la ayuda de contactos y alguna mafia de datos privados.

Pasaron unos diez o quince minutos, y él con cierta rudeza, o tras haberse colmado su paciencia, por el asunto de las micros que no paraban, tomó la decisión de migrar al siguiente paradero. Caminó rápido, votando lo que le quedaba de cigarrillo y se alejó. Quedé en blanco por un momento, luego pensé en que también debía hacer lo mismo, pero más allá de la necesidad de tomar locomoción, no quería perderlo de vista, así que lo seguí.

(En el trayecto hacia el siguiente paradero, pasaron algunas cosas que no vale la pena mencionar, porque me sentía apresurada, tuve miedo de la gente y pasaron un millón de imágenes a máxima velocidad simultáneamente, pensaba además en las cosas que decido hacer por estas ilusiones que me armo en la cabeza)

Una vez que me acercaba al paradero definitivo, logré localizarlo, pero me fui apegada hacia la fachada de los edificios para no ser descubierta, hubiese sido muy evidente la persecución, o tal vez no. Decida usted si quiere imaginar esta historia siendo espectador o protagonista, escoja ser mero testigo o prefiera ser parte de mi mente.

Me puse detrás de donde estaba él, medio escondida entre la gente, realmente no quería ser tan notoria, no quería que me viera otra vez ahí. Pero ese deseo duró poco, encendí un cigarrillo para calmar la ansiedad, y me ubiqué en un perfecto ángulo, donde al voltearse podría dar exactamente con mi persona. No pasó más de treinta segundos y afortunadamente se giró y se clavó en mis ojos, pero esta vez no fue someramente, ahora él sabía lo que sucedía. Noté que se puso algo intranquilo, pero él se movió un poco, donde la gente no se interponía entre los dos, es por ello que desde ahí tuve mayor seguridad. Ahí comenzó nuevamente el juego de miradas, sin mayor disimulo, poco a poco se hacía más cómodo, yo lo miraba tratando de insistir en confesarle que lo estaba esperando, hace días, hace años, y que ahí estaba, azarosamente en el mismo lugar, dispuesta a recibirlo. Las mariposas subieron a bandadas y la aflicción se hacía insostenible. Llegó la micro, la detuvimos, subí casi de las primeras no sin antes cerciorarme que también lo haría él, esta vez si que no convenía perderlo. Me instalé al medio del bus, y cuando él iba por el pasillo, advirtió mi lugar y se detuvo en diagonal hacia mí, donde perfectamente podíamos continuar con los mensajes a través del atisbo.
Emprendimos por fin el viaje regreso a nuestros hogares, la gente estaba algo más apacible una vez arriba y podría apostar que todos veníamos del mismo lugar. Pasó buena parte del recorrido hacia Maipú, hasta entonces nos dedicamos a buscarnos una y otra vez, a hablarnos con los ojos, a soslayarnos de vez en cuando para mantener la incertidumbre. Las mariposas no me dejaban, su rostro me parecía sublime, la gente desaparecía, y yo que deseaba abrazarlo y no dejarlo jamás. Hubo un momento, en que no resistí más y le sonreí amablemente. También lo hizo y fue cuando decidió romper la extraña distancia y acercarse hasta mí.

En ese instante faltaba muy poco para que llegáramos donde según mis teorías debería bajarse, guiándome por aquella vez donde lo vi por vez primera. Se paró al frente mío y me dijo: -‘Tú eras la niña de aquella vez, cuando la micro se desvió ¿verdad?’
Completamente nerviosa le respondí:
- ‘Sí, yo también me acuerdo de ti, y debo confesarte, que te he venido siguiendo desde el paradero de la Moneda’
- ‘Créeme que siempre lo supe’
Hubo una exquisita risa, que alivió en parte mis nervios y los suyos.
Me miró una vez más, ahora tan de cerca que se me hacía increíble, y agregó:
- ‘Venías del acto de fiestas patrias, me imagino’
- ‘ah, si, andaba con unos amigos, pero unos se fueron antes, otros se quedaron y me tuve que venir sola’
- ‘sí, a mí me pasó lo mismo, y ¿sabes?, realmente me parece increíble que nos hayamos encontrado otra vez, es muy habitual hablar con gente que uno no conoce, por muchas razones, pero volver a verlos, es extraño ¿no?.
Hubo un silencio, realmente quise decirle lo mismo antes de que lo mencionara, sonreí suspendida, en el cielo, miré hacia al piso y volví lentamente a su cara y luego a sus ojos, y sentía que todo mi cuerpo desaparecía, sólo quedaba el corazón que se quería salir desenfrenado y una sensibilidad que me inundó completamente, mostrándome lo irreal que lucía todo esto, pero a la vez luchaba mi razón por concebir la escena, más que todo, quería creerla todo el tiempo. Luego respondí:
- ‘Creo que no puedo terminar de creerlo, esa vez que te vi quise hablarte más, pero no soy dueña de tanta personalidad. Me puse muy nerviosa, tanto como ahora lo estoy, y no lograba saber que decirte’.
Sonrió maravilloso, puso sus manos sobre mis hombros y dijo:
- ‘me gusta como miras, o tal vez, como me has mirado… a todo esto, ¿Cuál es tu nombre?
Le respondí y pregunté lo mismo. Sólo me dijo el segundo nombre, pues no le agrada el primero. De pronto, reparé al mirar por la ventana que ya debía bajarse, era su paradero. No me había equivocado, pues me informó que vivía en unos edificios que ya se avistaban y en ese momento tomó mi cara entre sus manos, y me besó sutilmente en el borde de mis labios y dijo:
- ‘nos volveremos a ver, estoy seguro’

Rápidamente se escabulló entre el gentío, presionó el timbre y bajó. Traté de mirar por la ventana y pude observarlo un par se segundos. El resto del viaje a casa fue demasiado veloz, sentía tantas cosas, quise cerrar los ojos y volver hacia esos minutos que acaban de suceder, quería que alguien viniera a zamarrearme y a gritarme a la cara que esto había sido de verdad. Llegué a la casa, no estaban mis padres, encendí otro cigarrillo, más una taza de café, puse música muy suave, quería reflexionar sobre todo, pero me fue imposible. Su rostro no se despegó de mí ni un solo momento, recordé hasta el más mínimo rincón de sus facciones, su piel, sus manos sobre mis mejillas, su beso estaba latente aún, sus palabras, su tranquilidad. Siento que me he enamorado, quise decirle que lo amaba, quise decirle que se quedara conmigo, quise besarlo y no dejarlo ir. Ahora pienso, que no tengo otra vía de reencuentro más que el propio destino, si es que existe, si es que ahora quiere ser parte de mi implora. Su última frase es lo que abre las posibilidades, también diré lo mismo, ‘nos volveremos a ver, estoy segura’, debe ser así, si una vez más las confabulaciones celestiales, de las que tanto hago mención con mi querida Clau, están de mi lado y quieren que una simple mortal viva su sueño constante, en carne y huesos, y pueda amar infinitamente al muchachito aquel que le devolvió la vida y la convicción, que hizo de ella la protagonista de sus propias fantasías.

Realmente Te amo.
Espero el día.

*

Lila

domingo, 6 de septiembre de 2009

De alguna vez.

(quería dejar registro de este escrito en este espacio)

Querido:

Debo compartir mi deseo.Correr el riesgo sería interesante, volver a mirarte, pararme de frente, mostrarme nuevamente dispuesta a ti y a tus manos, sin pudores, libre, -eso si-, bien libre y sin ataduras. Como para matar el sentimiento, -digo yo- de una buena vez y con algo de pasión mundana, quizás es por eso que dicen que en batalla del bien y el mal, triunfa el mal cuando a uno le deben o roban algo; eso desintegra el buen pasar, el buen pensar y el amor en ocasiones. Que fácil se ve todo de esa manera, sería interesante volver a nacer bajo la luz vengativa de aquellos tiempos en los que todo temía bajo mis tacones, ahí me hacía notar cual loba defendiendo a sus crías, bajo lunas redondas, no la de los enamorados, si no la de las noches envuelta en aromas concupiscentes.


Que más da, lo acepto, extraño esos sábados tibios, bebiendo Martini en aquel bar, nuestro fiel cómplice de fugaz ardientes, nuestro encuentro aparentemente casual, siempre a las nueve, yo con sombrero rojo, de lazo grueso y vestido del mismo color a media pierna, tú con traje de lino color capuccino, unos ojos verdes que devoraban mis caderas, y el humo de tu cigarrillo difuminaba algo de pasión para que la gente no nos delatara. No le hacíamos mal a nadie, huíamos en el más profundo secreto, a dos cuadras del bar, el pequeño motel oscuro nos recibía sin tomar en cuenta nuestro único pecado, el amarnos descontroladamente.


Nunca volví a vivir mañanas así, contigo tejido a mi cuerpo, impregnados de sudor, vertiente de placer, olor a café y merengue, risas delirantes y un día entero para olvidarnos.Yo te amaba, tú me amabas, pero quizás éramos demasiado huraños para abandonar nuestras vidas revueltas y convertirlas en una sola, así como lo hacíamos en piel y alma. Pero no estuvimos dispuestos a decirnos nada, sólo besábamos para mantener el candor latente a nuestro próximo encuentro, pero palabras de las que se lleva el viento, no se emitieron jamás.


Pasaba el tiempo, y nada rompía la rutina, excepto porque acá adentro, cada vez crecía más la necesidad de tenerte a mi lado, ya no podía dejar de pensar en tu ser ni un solo segundo, te quería conmigo, te imaginaba por las calles, y comenzabas a adherirte en mis pasos, ya un día no me servía para olvidarte, enloquecía de amor, y me asustaba a la vez, no podía estar enamorándome, yo no nací para eso, me había jactado de ser buena amante para toda la vida, pero esto era distinto. Y entonces comencé a no querer tus manos acariciando mi pecho, más bien soñaba con tu boca diciendo un te amo, ya no anhelaba desmedidamente tu respiración exaltada sobre la mía, quería un suspiro provocado por el simple roce de mis manos a las tuyas.


Mi vida se tornó tortuosa, los sábados eran amargos, los esperaba ansiosa, pero una vez en esos momentos, me daba cuenta que tu no sentías lo mismo que yo había descubierto, tú seguías mirándome como medio de liberación, seguías sujetando fuerte mi cintura contra tu cuerpo en vez de acariciarme en la mejilla, seguías llamándome por mi nombre, y seguías adulando mis vestidos porque te parecían provocadores. Mientras, yo, me tragaba mi propio llanto y este sentimiento tan extraño, pero te tenía de todas formas, y temí perderte definitivamente si al menos una palabra se arrancaba de mí.


Pero lo siento, nunca lo pude evitar, el sexo comenzó a ser distinto, la luna era diferente. No podía fingir, me estabas matando, tu deshacías tus rebeliones contra el mundo incomprendido entrando en mi carne, pero yo olvidaba el frenesí cada vez más, y lo transformaba en un amor tan profundo que se alimentaba como fuere sólo con tu imagen ausente.


Un día, te lo dije, ¿Recuerdas?, ‘ya no siento lo mismo de antes, te quiero amar de otra manera, quiero una vida contigo, viajar, y bailar enamorados por las calles, quizás tener hijos y vivir en paz eterna, alejados de la ciudad, te amo, te amo, te amo, con mi alma, con mi ser, me has devuelto el sentido, y a la vez me enloqueces...’, hubo una pausa compleja, me mirabas más que atónito, como si hubiese enloquecido de golpe, y me dijiste con una voz dulce, pero casi burlesca, ‘lo siento querida, pero yo no estoy hecho para eso, esos son sólo sueños de niña, pensé que tu serías distinta, no sé cómo pasó esto de verdad perdóname, pero yo me iré lejos, demasiado lejos’. Y así en ese momento abandonaste tu copa, la mesa de años, el bar de nuestra aventura, dejaste a la mujer que sació tu sed, vestida de rojo y sombrero, con una lágrima deslizándose, sin duda, la más dolorosa que haya brotado en mis vivencias, ahí me dejabas, ahí me olvidabas y sellabas la historia con broche de acero, un recuerdo más, una mujer más o una menos, daba igual, eras fuerte, y tenías lo que querías a penas lo pensabas; desearte suerte era en vano, eras un hombre afortunado, y yo una mujer que acababa de perderlo todo por enamorarse de pasión y libertad.

Han pasado nueve años, mi vida ha sido de la misma manera, uno tras otro, amorío tras amorío, tratando de quitar mis penas, tratando de remplazarte, pero ha sido inútil, será la única y última vez que me enamore por el resto de mi vida, porque me robaste el amor, tú te lo has llevado contigo por donde quieras que hayas estado todo este tiempo, yo en tanto, reparé mi equilibrio poco a poco, pero este vacío jamás se volverá a completar, jamás.


No quiero reprocharte, el error es evidente, pero diré que fueron las circunstancias, créeme que te odié los primero años sin ti, por haberme quitado la luz de mis ojos, por privarme de amar nuevamente, pero hoy te vi en la plaza, junto a la fuente, sentado con un grueso libro negro, nunca imaginé que volverías a esta ciudad, por poco me resignaba a no volver a verte jamás, pero hoy el pasado se personificó frente a mí y temblé de emoción como una niña, pensé en hablarte, pero no lograba idear nada para decirte, así que te observé largo rato y lloré en silencio, pero no era dolor el que se manifestaba esta vez, era alegría pura, eran bellos viajes hacia las primeras noches en tus brazos.


Decidí seguirte, hiciste la misma ruta nocturna: del Bar hacia el pequeño motel escondido entre árboles un par de avenidas más abajo, caminabas lento, como reanudando escenas, pude darme cuenta que llevabas una flor, un hermoso clavel rojo, no quise especular más allá de una visión como mera espectadora, pero sentí nostalgia en tus movimientos, demasiadas pausas para contemplar los lugares, -aquellos que fueron testigos de nuestras hermosas siluetas jugando a ser dueños del mundo y brincando de locura-, me provocaron una irresistible ansiedad por saber que haces por aquí. Llegué rauda a casa, y quise escribirte, -a fin de cuentas me expreso mejor en letras-, y me dirigí al hotel donde te hospedas, allí casi me descubres cuando introduje esta carta bajo la puerta de tu habitación, pero ni te imaginas la emoción que me produjo todo este día remojado en pasado.


No te miento, quiero verte desesperadamente, y sé que tu también quieres que el destino intervenga sobre nosotros y nos reúna casualmente por los mismos sitios que nos vieron pasar hace tantos años, pero esta vez querido, te advierto, yo seré el destino.Te espero mañana a las nueve en el bar de siempre, vestida de rojo y sombrero, una copa y la misma música esperando nuestro baile. Pero pon atención en lo siguiente, Si llegas, te quedas para siempre.



Eternamente tuya
Rossana.
*
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Lila Andelizha

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Para Ti. Te Extraño.



Si un mensaje llega al paso del viento, para aliviar un poquito la pena
Los ojos de maduro silencio, volverían a correr por las sedas
En mi jardín hace falta la estela, de colores sobre tu cara
Esperando apacible en la hierba, queda siempre la niña callada
‘No llores’ le dicen las aves, ‘no lo olvides’ le cantan las aguas
El nombre que dijo en sus labios, sólo quiere abrazarlo en su alma
¡Vuelve lucecilla a mi campo!, ¡vuelve a darme el abrigo!
¿No sientes como lloran los sauces, por querer nuevamente a su amigo?

*

(Vitorio. Te Adoro)



Lila Andelizha

jueves, 20 de agosto de 2009

Bienvenido al Despeñadero


Procuro resistirme a pensar, a veces estar acostada boca abajo oyendo una melodía asonante y espesa hunde más. En el fondo eso es lo que uno quiere, llegar más y más abajo, allá donde nadie pueda saber verdaderamente lo que odias. Yo quisiera de vez en cuando salir de acá, de todo, de lo que uno cree y apropia como habitual, la misma materia que de tanto multiplicarse te expulsa a donde se termina la calle y comienza un sitio caliginoso, que te abraza y grita mil insultos, y dice que vayas con las manos en la cabeza y de rodillas-‘¡¡Piensa, recuerda!!...¡¡Piensa…!! Maldice…¡¡piensa lo que hacen, lo que sientes!! ¡¡Piensa!!...¡¡Calla!!’. Es un surco extenuado, es una ruin miseria, pero es agradable en cierta medida, el dolor lo es también, una corriente forma de evasión.
Down in a hole and I
dont know if I can be saved
See my heart I decorate it like a grave
You dont understand who they
Thought I was supposed to be
Look at me now a man
Who wont let himself be…
Cuando consigo estar ahí, entre el sucio vapor de las añoranzas que se pudrieron en el camino un enorme vacío se abalanza sobre mi cabeza que paraliza y saja la piel de a poco, en medio de la desnudez el cuerpo se reduce a su mínima expresión, se vuelve insecto, un cúmulo de colisiones con la dureza del aire, y el polvo consume los pulmones, hasta que lo olvido. En ese instante todo lo que tenía cierta firmeza transita a un canal vacuo de preguntas, más bien, de dudas, todo retorcido, todo alienado, todo se transmuta y retrocede a una figura desconocida, extraña, actuando como seres huraños, hostiles, preparados para morder. Y las canciones que regresan más transgresoras, y el giro violento de la tierra, todo en mil revoluciones circulares y uno en medio, en restos y carcoma. No puede haber lágrimas, no.
Down in a hole, feelin so small
Down in a hole, losin my soul
Id like to fly,
But my wings have been so denied.
Qué maldita es la idea. Qué maldita es la visión.
Yo he decidido matar cien sueños por cada caída. Qué maldita es la Cobardía.
Yo no sé a veces quién puedo ser, pero nunca he sabido quién soy cuando creo serlo…
Qué malditas son las definiciones. Qué malditos.
Can you see the end?
Choke on me my friend
Must to drown these thoughts
Purity over rot.
En el fondo cuando estoy acá sólo deseo hundirme más. Un poco de aturdimiento y remezones en el cerebro, un poco de suelo yermo, un poco de contradicción, de ocaso. Luego diré que volveré a esperar, no sé qué, pero lo diré. I wont rest until my head is clear.
*
.
Lila

miércoles, 12 de agosto de 2009

Ella

Pintura de Rafal Olbinski

*

Siempre, soslayada ternura encubierta, entrampada en lunas abiertas, ofuscadas, sin guarida; y la tinta que recela en correr por las hojas, temiendo a ser descubierta por los caballeros que no cesan nunca su andar. Siempre, despacio susurro silente, sin tonos, sin pieles. Gravedad áspera con la que te cobijas impaciente, tu misterio me arraiga, tus raíces. Siempre, extraño recuerdo prisionero y latente, desprecio de palabra arrebatada, falta de entereza, palideces. Sucumbida, callada, ¡perteneces! Siempre, espacio de cielo plomizo, frágil, frío. Una música que no se invoca y desemboca nebulosa, escurridiza. Siempre, inmaduro madrigal doliente, sin pares, sin prisa. Oscura soledad imaginaria, dibujo de sedas liadas, danzantes, enérgicas. Circundo, la dulce melancolía que brota de tu mente, siempre. Siempre soñando en cuna de mieles, siempre. ¡Siempre naciendo!, Siempre.

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Lila

lunes, 10 de agosto de 2009

No sé cuándo pasan estas cosas...

(Hago abuso de ironías)

-“No te arrepientes, ¿En serio?, claro, si uno está bien en tiempo presente ¿Qué demonios importa el camino pasado?, y el futuro, ¿Qué es eso?, no importa haber tomado un tanque de guerra y haberlo hecho andar por campos de flores, derribando casas de madera, -que aún yacían frágiles después del llanto-, quemando árboles y destruyendo el suelo fértil, lanzando bombas a merced del objetivo, -como justificando los medios-, sin recordar, sin detenerse hasta la cima, donde está el premio final a tanto acaparador esfuerzo. No importa si hay alguien en medio de la ruta, se aplasta como insecto y ya, y si alguien sugiere algo uno va y le refriega en la cara el sabor del triunfo.

¿Triunfo me dices?, a verdad, olvidaba que ahora tienes el trozo de carne que querías, luego de haber arañado a tus “rivales”. Sí, lo siento, también lo olvidaba, verdad que efectivamente los tenías y por eso defendiste tu capricho cubriéndote de indiferencia para ocultarlo en ocasiones y dando golpecitos constantes con un objeto cortopunzante en nuestras espaldas, pero no importa, ahí uno estará cuando te veas zurciendo el corazón de tanto dolor, claro, es obvio, despreocúpate y brinca de alegría, vive con los ojitos volteados, mirando lo desgraciado que has sido, total ahora es un ahora, y es paradójicamente grosero de felicidad, seguramente así es, ¿verdad?.

Por último uno considera que necesitabas con desesperación una mano que te recordara lo humano que eres, o una palabra simple con alguna significancia romántica, el problema es que uno ya cree menos, porque nos hemos revolcado más años en el pasado y ya hemos creído sin frutos en el maldito presente, entonces uno sencillamente dice que podrás sufrir, y que no queremos eso para vos, porque te hará como nosotros y luego matarás la infancia del amor diciendo esto mismo a otros. ‘Así se aprende’, -podrás decir ahora-, pero yo digo que debe ser bajo otros brazos, pues no son adecuados para tu estrechez de maldad, pues no se te veía, hasta sacar las garras de esa mujer que quiere salir desafiando a su mayor adversario, el resigno.

Sencillamente, es obvio, creíste en lo que jamás quisiste creer, porque actuaste a franqueza de piel, y ya te crees grande porque has asumido un riesgo y has levantado una fortaleza con tu decisión. Pues no valdrán nada en tierra, sólo en dulce fantasía de niña.

Ahora viene la caída libre, pero cuando toques suelo firme, sentirás que has crecido y en un comienzo no vas a querer arrepentirte, hallarás justificaciones burdas, luego lógicas, luego vas a querer volver, más te esperaré sentada ahí afuera, sé exactamente el día en que llegarás (…)”


La voz de algún Despecho

sábado, 8 de agosto de 2009

Captura Improvisada



Oscurece, provoco y acudo a mi resonar melodioso, constante pálpito de mis oídos, conjuro perfecto para creer...



De Inquietudes Sentimentales
(Fragmentos)


I.
La luz de la lámpara, atenuada por la pantalla violeta, se desmaya sobre la mesa.
Los objetos toman un tinte sonambulesco de sueño enfermizo; diríase que una mano tísica hubiera acariciado el ambiente, dejando en él su languidez aristocrática.
Una campana impiadosa repite la hora y me hace comprender que vivo, y me recuerda, también, que sufro.
Sufro un extraño mal que hiere narcotizando; mal de amores, de incomprendidas grandezas, de infinitos ideales.
Mal que me incita a vivir en otro corazón, para descansar de la ruda tarea de sentirme viva dentro de mí misma.
Como los sedientos quieren el agua, así yo ansío que mi oído escuche una voz prometiéndome dulzuras arrobadoras; ansío que una manita infantil se pose sobre mis párpados cansados de velar y serene mi espíritu rebelde; aventurero.
Así desearía yo morir, como la luz de la lámpara sobre las cosas, esparcida en sombras suaves y temblorosas.


Teresa Wilms Montt

jueves, 30 de julio de 2009

Confieso: Habito en mi cuarto del Miedo.


Me confieso, como los poetas lo hacen enalteciendo sus palabras con la miel, brote silencioso y corrompedor de sus labios, cuando no soportan más un segundo la propia vida, enorme y fastuosa que cargan y transportan por tierras confinas en su mensajero andar. Porque tengo miedo, frío y triste miedo de niña bajo su luna, de noche sin más luz y compañía que las horas que se acercan y que no podrá dormir. Tengo miedo de la gente, ellos me hacen sentir impredecible, nebulosa. Temo a sus acciones, temo a mi quietud. Temo necesitar lágrimas en el alma para correr por los cielos del arte, temo escribir sin estar soñando lo que se expulsa desde la piel, temo abandonarme, quedar perpleja frente a unos ojos que ignoran mi caminar, que parecen a contraluz ser míos por todo el tiempo. Temo errar y no hacerlo, pues temo no vivir y acabar manifestando en los próximos años que debí hacer lo que no hice por temer. Temo por mi amor, si aún insiste en no salir de su palabra y limitarse a la pronunciación vacía y desolada de un resonar sin cuerpos ni espíritus abrazados. Temo enloquecer ahogada en el pensamiento aguerrido, temo al desvelo eterno, temo soñar, temo abrir aún más los ojos. Temo recordar su nombre junto a mis manos, temo mentir para no continuar temiendo, temo oír melodías y creer que cada historia me pertenece. Caer del cielo desde infinita e impensable distancia, hacia el suelo de mi cabeza, la que se anuda y no puede resolverse. Temo desear un aliento vivaz, perdiendo mi horizonte, amar la tierra de fuego, derrochar el trance. Estoy temiendo no poder desatar las amarras de los remordimientos invasores, también creer en demasía la explicación simplista de un orador sin experiencias. Temo no conocer y olvidar lo leído, divagar áspera en mares en blanco buscando algo sin aristas, por no saber, por no cuidar los acertijos inquietos hasta verlos posar sobre mi tumba. Temo esperar, y esperarte, temo arrancarle la luz a lo ajeno o destruir el corazón, impía y arrogante sin siquiera enterarme. Temo a la sonrisa por ser farsante, a la doble mirada que consume lento la confianza, temo llorar en vano, temo reírme pronto de lo que he creído, temo exigir respuestas por temer más aún a las preguntas. Temo a que me quiten las dolencias, pues yo sin ellas no tengo justificación alguna. Además temo a no saber nada sobre mí cuando no soy más que esto: ‘una mujer que teme’, y que trata de gritarse frente al espejo que no debe temer, menos a sus propios temores, y aún menos debe temer a sus especulaciones ni a si misma, eso es impensable. Pero temo, temo desmesurada, porque la noche me hace temer, la oscuridad y sus voces suplicantes, los perros y sus llamados incesantes, todo el cuarto confabula hoy para mi temer, por preguntar, por querer entender, por reprochar y sin embargo abriendo el cielo no me fío de un por qué. Temo necesitar de aquello que nunca se alcanza, porque se mueve con nosotros a cierta distancia infinitamente, una llama de energía imperecedera, huésped de cada una de mis agonías enraizadas, sin imagen, sin nombre o infinita gama, que emboba a cualquiera que el miedo traiga. Temo, olvido, Miedo.
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Lila Andelizha.

lunes, 27 de julio de 2009

Presidiario

Qué cosa se debe tener en cuenta a la hora de sentir que has faltado tantas veces a tus verdaderos deseos, por remitirse a ser un poco más de acá, y no tan de allá como las aves. Llega un punto en que surge una duda, una duda con los actos, por el mismo hecho de la remisión, como si un límite borrara siniestramente la sangre de nuestros cuerpos, ese calor vivaz que se aloja bajo la piel, el que debe ser mapa irrecusable de lo que se quiere, cuando se quiere, por querer y ya. La ofuscación es ceguera, la que anuda el precario lazo a las condiciones naturales –o los vestigios de aquello-. No entiendo bien cuando se hace algo por que se desea o por que lo desea el imaginario del vulgo. Yo no tengo certeza de mis manos, menos de mi mente, pero frustro y pisoteo infeliz cada uno de mis secretos, cada una de mis hambres exacerbadas de decir algo, o hacer lo que suele engendrarse por si sólo. Esas cosas de las que nadie supo procedencia alguna y que colecciono tortuosamente a cada instante, siendo en su mayoría trasformadas a culpas, o siéndome asquerosamente evidentes en su falta de sentido –no habiendo necesidad alguna de poseerlo- o sus [posibilidades] de traer consigo consecuencias [desfavorables], ¿para qué o quiénes?, créanme que en ese momento puedo ver únicamente a los afectados.

(Lo siguiente puede ser llano ejemplo de un juicio ulterior a un acto cometido [desafortunado], liberado sencillamente por cierta torpeza a la hora de la remisión de impulsos.)

(…)fue cuando surgió de nuevo la estúpida motivación, bastante 'aturdida', la que proviene del cúmulo de ideas que me la paso elaborando en mis caminatas circulares hundida en humo de cigarro, ahí frente a frente, a viva e inescrupulosa voz: “...¿eres feliz?”. El problema estuvo en la amplitud, por qué no un simple ‘¿estás bien?’, ¿y si de pronto aquel hombre hubiese estado con una tristeza desgarradora y por consiguiente me hubiera mirado con ojos dilatados, medio salidos, pasados a llevar, insultados por la pregunta fuera de contexto de la que es víctima mi cordura cada vez que se entrega cual flor naciente a la luz del sol a la impía espontaneidad?, mi vida corrió peligro, corrijo, no fue mi vida, más bien, la maldita idea que se arma la multitud patudamente de mi persona, cuando recurro a tales expresiones ¿magnánimas?, cuando se me escapa la sincera y reverenda gana de preguntar o responder cosas tan ‘sofisticadas’, tan extrapoladas del nivel trivial que ‘debe’ tener o practicarse en un encuentro relativamente casual de dos personas relativamente conocidas, en un lugar relativamente no-apto para hablar e interrogar a niveles catastróficos, insostenibles, supremos, o quizás, filosóficos(?). ¿Feliz?, ¿Quién demonios responde esa pregunta en estos días?, me imagino, a veces, ir por las calles -o mejor aún- en el metro, un típico viaje subterráneo de nueve de la mañana, con la gente limpia, recién salida del candor de su hogar, algo inquietos, algo molestos por cumplir la rutina, y proceder como abeja despechada a molestar con el zumbido de una mujer algo torpe y de poca empatía a preguntar al mero azar a cualquiera de los que allí viajan: “¿Señor, es feliz?”....o “¡hey tú!, ¡Si, tú! ¿Eres feliz?”. De seguro se quedarían mirando, como no comprendiendo si lo digo enserio, o me estoy burlando de su perfil desganado, tal vez, se reirían y me preguntarían –como para evitar responder-: “y tú, ¿lo eres?”, otros gravemente se apartarían de mí o me contestarían algo así como “no me molestes por favor”. ¿Lo soy?, ¿Soy feliz?, ¿Cómo o qué es la felicidad?, al menos en mi modo de concebir conceptos tan temerarios y
e insostenibles como aquellos resolvería felicidad como el tránsito hacia un estado sublime, no la muerte, ni una gran fortuna, es ese estado que sólo otorga el tiempo, cuando hay noción de él y su efecto, eso a lo que uno quiere atribuir una justificación, un deseo por validar tiempo y vida en este lugar, tampoco es trascendencia, es sencillamente sentir la consistencia del aire, sentir la tierra bajo los pies y luego retornar a los años transitados y pensar que aquello une más los talones a sus raíces, aquello es lo que ha sido real hasta nosotros, hasta donde puede ser vislumbrado y el instante en el que es posible dar cuenta de ello, es aceptar la vida aquí, es concebir una acepción aliviadora y refulgente, es creer, es reconocimiento, es tranquilidad y todo eso conforma a su vez la felicidad(...)
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Lila Andelizha