jueves, 30 de julio de 2009

Confieso: Habito en mi cuarto del Miedo.


Me confieso, como los poetas lo hacen enalteciendo sus palabras con la miel, brote silencioso y corrompedor de sus labios, cuando no soportan más un segundo la propia vida, enorme y fastuosa que cargan y transportan por tierras confinas en su mensajero andar. Porque tengo miedo, frío y triste miedo de niña bajo su luna, de noche sin más luz y compañía que las horas que se acercan y que no podrá dormir. Tengo miedo de la gente, ellos me hacen sentir impredecible, nebulosa. Temo a sus acciones, temo a mi quietud. Temo necesitar lágrimas en el alma para correr por los cielos del arte, temo escribir sin estar soñando lo que se expulsa desde la piel, temo abandonarme, quedar perpleja frente a unos ojos que ignoran mi caminar, que parecen a contraluz ser míos por todo el tiempo. Temo errar y no hacerlo, pues temo no vivir y acabar manifestando en los próximos años que debí hacer lo que no hice por temer. Temo por mi amor, si aún insiste en no salir de su palabra y limitarse a la pronunciación vacía y desolada de un resonar sin cuerpos ni espíritus abrazados. Temo enloquecer ahogada en el pensamiento aguerrido, temo al desvelo eterno, temo soñar, temo abrir aún más los ojos. Temo recordar su nombre junto a mis manos, temo mentir para no continuar temiendo, temo oír melodías y creer que cada historia me pertenece. Caer del cielo desde infinita e impensable distancia, hacia el suelo de mi cabeza, la que se anuda y no puede resolverse. Temo desear un aliento vivaz, perdiendo mi horizonte, amar la tierra de fuego, derrochar el trance. Estoy temiendo no poder desatar las amarras de los remordimientos invasores, también creer en demasía la explicación simplista de un orador sin experiencias. Temo no conocer y olvidar lo leído, divagar áspera en mares en blanco buscando algo sin aristas, por no saber, por no cuidar los acertijos inquietos hasta verlos posar sobre mi tumba. Temo esperar, y esperarte, temo arrancarle la luz a lo ajeno o destruir el corazón, impía y arrogante sin siquiera enterarme. Temo a la sonrisa por ser farsante, a la doble mirada que consume lento la confianza, temo llorar en vano, temo reírme pronto de lo que he creído, temo exigir respuestas por temer más aún a las preguntas. Temo a que me quiten las dolencias, pues yo sin ellas no tengo justificación alguna. Además temo a no saber nada sobre mí cuando no soy más que esto: ‘una mujer que teme’, y que trata de gritarse frente al espejo que no debe temer, menos a sus propios temores, y aún menos debe temer a sus especulaciones ni a si misma, eso es impensable. Pero temo, temo desmesurada, porque la noche me hace temer, la oscuridad y sus voces suplicantes, los perros y sus llamados incesantes, todo el cuarto confabula hoy para mi temer, por preguntar, por querer entender, por reprochar y sin embargo abriendo el cielo no me fío de un por qué. Temo necesitar de aquello que nunca se alcanza, porque se mueve con nosotros a cierta distancia infinitamente, una llama de energía imperecedera, huésped de cada una de mis agonías enraizadas, sin imagen, sin nombre o infinita gama, que emboba a cualquiera que el miedo traiga. Temo, olvido, Miedo.
*
Lila Andelizha.

3 comentarios:

  1. "Además temo a no saber nada sobre mí cuando no soy más que esto: ‘una mujer que teme’"
    mmm... dudo bastante que un ser sea definible con 4 palabras... hay más detrás de aquello... además a todos tus temores yo les pregunto ¿por que?
    y quizás un poco mas sesuda la siguiente pregunta pero mucho más fructífera... ¿como?
    ¿como llegaste a eso?

    Temores... cadenas... todo la misma mierda
    besitos
    Bless

    ResponderEliminar